Analizar las conductas de los
integrantes del clan K, desde la filosofía, la política o desde una perspectiva
cuasi religiosa, es buscar por todos los medios ignorar voluntariamente que la
única disciplina que debe interesarse por brindar un diagnostico sobre los
personajes K, es la Criminología, la antropología criminal o las ciencias
anexas que versan su trabajo sobre las organizaciones criminales.
Si existe un progresismo K no es
positivista, sino de una identidad delictual, alejada completamente de toda
esencia filosófica, teológica política o de causalidad holística. Es una
empresa (organización) criminal, que ejerce un gobierno cleptocrático,
disfrazado con una imagen democrática, pero que en realidad es una forma de
dictadura.
Los miembros del clan K integrados o
constituidos en falsos actores políticos estructurados, reúnen las
características, por sus roles y objetivos de una organización criminal, en
este caso disfrazados de políticos, jueces, parlamentarios, que constituyen el
Klepto Estado Argentino. El poder judicial, particular la jurisdicción federal,
es garante, protector y beneficiario de ese crimen contra la sociedad y la Nación
Argentina.
Los militantes K, desacralizan la
política y la sola comparación que se puede hacer con ellos son las Maras por
el sentido de identidad, el culto, el concepto de tribu, la utilización de
tatuajes, la pertenencia a una organización con códigos religiosos, y el reclutamiento
de “soldados”, de un ejército para el delito.
Los integrantes de la tribu K, son
miembros de una asociación ilícita, de una empresa del crimen, donde no existe
una ideología, sino objetivos delictuales. El “soldado” del Klepto Estado, es
un hombre masa, que pierde el libre arbitrio, es manipulable; cree, acepta y
ejerce una supuesta doctrina, una ideología, pero conscientemente comete los
peores delitos contra la Nación, la sociedad y los derechos humanos.
Así actúan los miembros del gobierno
de los Fernández, los parlamentarios, y los jueces de la Nación que dicen
defender la Constitución Nacional y las convenciones internacionales. Merecen
ser juzgados por el pueblo, porque nadie confía en la justicia del Klepto
Estado.
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